
Las hernias que tienen los niños se pueden tratar (la corrección de una hernia es una de las operaciones más frecuentes en los niños), pero es importante que usted sepa reconocer sus síntomas para que su hijo pueda recibir los cuidados médicos apropiados.
¿Por qué se producen?
Cuando una parte de un órgano o tejido corporal (como un asa intestinal) se cuela por una abertura o punto débil en una pared muscular, puede sobresalir en un lugar donde no debería estar. Esta protuberancia es una hernia, que puede verse como un bultito o un nódulo.
Algunos bebés nacen con varias aberturas de calibre reducido dentro del cuerpo que se van cerrando con el paso del tiempo. Los tejidos adyacentes se pueden colar dentro de esas aberturas, convirtiéndose en hernias. A diferencia de las hernias propias de los adultos, estas áreas no siempre se consideran indicativas de debilidad o de falta de tono en la pared muscular, sino aberturas normales que todavía no se han acabado de cerrar.
Tipos de hernias
Hay varios tipos distintos de hernias, y cada uno de ellos requiere cuidados médicos diferentes.
1. Hernias Inguinales
En los bebés, una hernia inguinal se suele formar cuando un asa o porción del intestino o un pliegue de la membrana abdominal (o, en las niñas, de un ovario o de una trompa de Falopio) se cuela en una abertura inguinal (la ingle es el área comprendida entre el abdomen y la parte superior del muslo). La abertura se debe a la presencia de un pliegue en la membrana peritoneal, que crea una especie de saco. Dentro del saco, se puede colar un asa intestinal.
La hernia se puede ver como un bultito en la zona de la ingle, sobre todo cuando el niño llora, tose o se pone de pie.
Más frecuentes en el lado derecho que en el izquierdo, las hernias inguinales ocurren más en los niños que en las niñas, así como en los bebés prematuros, en los bebés a quienes todavía no les han descendido los testículos y en los niños con fibrosis quística. Los niños con antecedentes familiares de hernias también tienen más probabilidades de desarrollar una.
Entre otras afecciones que pueden parecer hernias inguinales pero no lo son, figuran las siguientes:
- Un hidrocele comunicante se parece a una hernia, con la salvedad de que lo que provoca el bultito es una acumulación de líquido, en vez de un tejido que sobresale. Dependiendo de su ubicación, el hidrocele se puede dejar sin tratar esperando a que desparezca por si solo al cabo de un año o dos, o bien se debe operar, por eso es importante el diagnóstico de un especialista y poder determinar de esta forma el tratamiento adecuado.
- A veces, un testículo retráctil (que se retrae del escroto de vez en cuando) provoca un bultito en el área inguinal. Es posible que esto no requiera tratamiento alguno pero debería ser evaluado por un pediatra especializado. Las hernias femorales son muy poco frecuentes en los niños, pero se pueden confundir con una hernia inguinal. Este tipo de hernias se producen cuando se cuelan tejidos en la zona por donde pasa una arteria en la parte superior del muslo. Se ven como un bultito en la parte alta del mulso, justo debajo de la ingle, deben ser evaluadas por un especialista para identificar el diagnóstico preciso.
2. Hernias Umbilicales
Algunos bebés nacen con una debilidad o pequeña abertura en los músculos abdominales que rodean el ombligo (debajo de la piel) a través del cual se puede colar una porción de membrana abdominal o de intestino delgado.
El bultito blando que así se crea es una hernia umbilical. Es más visible cuando el niño llora, tose, o hace esfuerzos. Las hernias umbilicales son más frecuentes en las mujeres, las personas de ascendencia africana y los bebés de bajo peso natal. Su tamaño puede oscilar de menos de una pulgada (unos 2 cm) a más de 2 pulgadas (unos 6 cm).
En la mayoría de los casos, las hernias umbilicales no provocan ninguna molestia. Los médicos las suelen poder corregir fácilmente, presionándolas con una sencilla manipulación. Existen casos en los cuales se evalúa la opción de un procedimiento quirúrgico, estos son necesarios cuando la hernia sea muy grande; aumenta de tamaño después de que el niño cumpla uno o dos años; todavía no se haya curado en torno a los cuatro o cinco años de edad; o el niño desarrolle síntomas de obstrucción o estrangulamiento, como hinchazón, abultamiento, vómitos, fiebre y dolor. Si su hijo presenta este tipo de síntomas, llame al especialista de inmediato.